Al entrar a la casa se sentía mucho frío y apenas entraba la luz del exterior, Armel me comentó que este tipo de ceremonias deben hacerse durante el día, cuando el sol es nuestro aliado. Me indicó encender mi salvia y recorrer cada espacio de la planta baja para limpiar el lugar. Él entonó otro canto y su voz resonaba en toda la casa. con el aroma a salvia por todos lados llegó el momento de subir a las recámaras. Al llegar al descanso de las escaleras se escuchó una carcajada tenebrosa seguida del nombre de tradición de mi maestro, -¡Ollin!, ¡Ollin! ¡Ven aquí escuincle travieso!- de nuevo mi piel se erizo pero ni Armel ni yo nos detuvimos ante los gritos. Era mi primer ceremonia pero no me sentía nervioso ni asustado, todo lo contrario, estar cerca de mi maestro me infundía valentía y determinación.
Llegamos al cuarto en cuestión, despedía un hedor a carne podrida y almendras, era un olor muy desagradable además estaba completamente oscuro a pesar de que dejamos la puerta abierta. Armel me pidió llenar mis manos de tabaco y poner en mi boca unas hojas de salvia seca. Él por su parte colocó su tambor en una de las sillas que se encontraba en la habitación e hizo un sonido peculiar con su boca, como si estuviera rumiando, es el sonido que algunos mamíferos hacen mientras comen por segunda vez sus alimentos y en el caso de los humanos se hace al masticar alguna clase de hierba, lo curioso es que no vi que se llevara nada a la boca. Cuando producía ese sonido se escuchaba un ligero lamento en el cuarto, como si ese ruido molestara a la entidad. Mi maestro sonreía mientras rumeaba, el olor se atenuaba al igual que la oscuridad.
Logramos observar a la chica sentada en la cama con la cabecera en su espalda, lucía demacrada, cansada y desaliñada, con una mirada triste y sin brillo. Armel la miró y le preguntó:
-¿Desde qué tiempo vienes?- sonó muy extraña la forma de expresarse pero más rara aún fue la respuesta.
-De tu primer encarnación Ollin, he venido a darte un mensaje-. Dijo la chica con una voz grave y profunda, sin rastro de feminidad alguno.
Mi maestro la miró fijamente, sabía que no era la chica quien hablaba en ese momento y con un ceño apenas fruncido preguntó de nuevo -¿Tan importante soy para ustedes que rompen las leyes de los viajes estelares?, ¿Sabes que hoy es tu último día de existencia en todos los planos, todos los tiempos y todos los planetas?-. Mientras decía estas palabras caminaba alrededor de la cama dejando caer con su mano izquierda un poco de tabaco haciendo un circulo en torno a la cama, solo faltaba la cabecera.
-¡Mientes! me han prometido alimento de alta calidad si te daba el mensaje-. Exclamó la chica con un tono nervioso que escondía cierto miedo por lo que Armel le dijo antes.
-Habla ya y acabemos con esto, tengo cosas más importantes que hacer- comentó mi maestro con cierta indiferencia.
-Vendrán por tu alma, no uno ni dos, serán legiones enteras, te metiste con la colmena equivocada, tu época de cazador está llegando a su fin, solo esperan la orden, el día y el lugar para llevarte al abismo, te harán vivir horrores una y otra vez para alimentarse de tu sufrimiento. Yo mismo comeré de la miel de tu mied...-. Antes de terminar se le cortó la voz y parecía que se asfixiaba, sus ojos desorbitados se abrieron como buscando desesperados un ápice de vida.
Armel no hizo más preguntas, elevó su espíritu, tanto que podía sentirse el calor que emanaba de su cuerpo, su temperatura corporal se elevaba, yo me encontré todo el tiempo detrás de él, arrojando tabaco de la misma forma que él lo hacía pero permanecí en silencio, hoy creo que el tabaco y la salvia me hicieron invisible ante la entidad o al menos evitó que fuera objeto de distracción para alguno de los dos.
Llegó el momento, mi maestro hizo una inhalación profunda y al exhalar mencionó la palabra "Alce" de nuevo, fue entonces que salió una sombra densa de la espalda de la chica, ella se recostó agotada y boca arriba en su cama y la sombra recorrió la cabecera hacia el techo, Armel alzó la mirada, observó la sombra, cerró los ojos y susurró algo, una frase corta, al terminar extendió los brazos con las palmas hacia arriba, no se veía nada pero de sus manos brotaba un calor intenso, como si el calor que había generado antes se concentrara en sus manos, poco a poco la sombra descendía del techo como un hilo delgado hacia las palmas de Armel desvaneciéndose al estar cerca de ellas. Realizó otra inhalación profunda y al exhalar entonó nuestro canto para invocar al fuego, sin sonido de tambor y resonando en todo el cuarto. Cuando terminó no quedó ningún rastro de la entidad, la chica parecía estar dormida pero la expresión en su rostro lucía más tranquila y apacible. la luz de la ventana ahora lograba entrar al cuarto, apareció un aroma a fogata, a leña quemada. Armel bajó sus brazos y con una última respiración desapareció el calor de sus manos y su cuerpo para después acercarse a la chica y asegurarse que estaba bien. Yo estaba aliviado y contento de haber ayudado a mi maestro. Cuando Armel tomó su tambor de la silla me di cuenta que ya habíamos terminado. Me pidió arropar a la chica y salimos a donde la profesora, en el patio de la casa.


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